En 1838 aparecerá el cuento que
Poe prefería, "Ligeia".
Al año siguiente nacerá otro aún más extraordinario, "La
caída de la Casa Usher", en
el que los elementos autobiográficos abundan y son fácilmente discernibles, pero
donde, sobre todo, se revela -después del anuncio de Berenice y el estallido
terrible de Ligeia- el lado anormalmente sádico y necrofílico del genio de Poe,
así como la presencia del opio. Por el momento, la suerte parecía inclinarse de
su lado, pues ingresó como asesor literario en el Burton's Magazine. Por ese
entonces lo obsesionaba la idea de llegar a tener una revista propia, con la
cual realizar sus ideales en materia de crítica y creación. Como no podía
financiarla (aunque el sueño lo persiguió hasta el fin), aceptó colaborar en el
Burton's con un sueldo mezquino pero amplia libertad de opinión. La revista era
de ínfima categoría; bastó que Edgar entrara en ella para ponerla a la cabeza de
las de su tiempo en originalidad y audacia.
Aquel trabajo le permitió al fin
mejorar la situación de Virginia y su madre. Aunque se separó por un tiempo del
Burton's, pudo trasladar su pequeña familia a una casa más agradable, la primera
casa digna desde los días de Richmond. Estaba situada en los aledaños de la
ciudad, casi en el campo, y Edgar recorría diariamente varias millas a pie para
acudir al centro. Virginia, con sus modales siempre pueriles, lo esperaba de
tarde con un ramo de flores, y nos han quedado numerosos testimonios de la
invariable ternura de Edgar hacia su "mujer-niña", y sus mimos y atenciones para
con ella y Muddie.
En diciembre de 1839 apareció otro
volumen, donde se reunían los relatos publicados en su casi totalidad en
revistas; el libro se titulaba "Cuentos
de lo grotesco y lo arabesco".
Aquella época había sido intensa, bien vivida, y de ella emergía Edgar con
algunas de sus obras en prosa más admirables. Pero la poesía estaba descuidada.
"Razones al margen de mi voluntad me han impedido en todo momento esforzarme
seriamente por algo que, en circunstancias más felices, hubiera sido mi terreno
predilecto", habría de escribir en los tiempos de "El
cuervo". Un cuento podía
nacer al despertar de una de sus frecuentes "pesadillas diurnas"; un poema, tal
como Edgar entendía su génesis y su composición, exigía una serenidad interior
que le estaba vedada. En eso, más que en otra cosa, hay que buscar el motivo en
la desproporción entre su poesía y su obra en prosa.
En junio de 1840, Edgar se separó
definitivamente del Burton's Magazine por razones de incompatibilidad asaz
complejas. Pero la refundición de esta revista con otra, bajo el nombre de
Graham's Magazine, le permitió, después sde un período penoso y oscuro, en el
que estuvo enfermo (se sabe de un colapso nervioso), reanudar su trabajo como
director literario, en condiciones más ventajosas. Poe especificó ante Graham,
propietario del Magazine, que no había abandonado el proyecto de fundar una
revista propia, y que llegado el momento renunciaría a su puesto. Su empleador
no tuvo motivos para lamentar el aporte que Edgar trajo al Graham's, y que puede
calificarse de sensacional. Cuando tomó la dirección había apenas cinco
mil suscriptores; al irse dejó cuarenta mil... Y esto entre febrero de 1841 y
abril del año siguiente. Edgar ganaba un sueldo mezquino, aunque Graham se
mostraba generoso en otros sentidos y admiraba su talento y su técnica
periodística. Pero para Poe, obsesionado por la brillante perspectiva de editar
por fin su revista (sobre la cual había enviado circulares y requerido
colaboraciones), el trabajo en el despacho del Graham's debía resultar
mortificante. A un amigo que le buscaba en Washington un empleo oficial que le
permitiera al mismo tiempo escribir con libertad, le dice en una carta: "Acuñar
moneda con el propio cerebro, a una señal del amo, me parece la tarea más ardua
de este mundo...".
Entretanto, había que ganar esos
pocos dólares; y ganarlos bien. Edgar atravesaba por una época brillantísima. Se
ha dicho que inició la serie de sus "cuentos
analíticos" para desvirtuar
las críticas de quienes lo acusaban de dedicarse solamente a lo mórbido. Lo
único seguro es que este cambio de técnica, más que de tema, prueba la amplitud
y la gama de su talento y la perfecta coherencia intelectual que poseyó siempre,
y de la que "Eureka"
habría de ser la prueba final y dramática. "Los
crímenes de la rue Morgue"
pone en escena al chevalier C. Auguste Dupin, ese alter ego de Poe,
expresión de su egotismo cada día más intenso, de su sed de infalibilidad
y superioridad que tantas simpatías le enajenaban entre los mediocres. Tras él
apareció "El misterio de
Marie Rogêt", sagaz
análisis de un asesinato que apasionaba entonces a los amigos de un género
considerado años atrás por De Quincey por una de las bellas artes. Pero el lado
macabro y mórbido corría paralelo al frío análisis, y Poe no renunciaba a los
detalles espeluznantes, al clima congénito de sus primeros cuentos.
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... y faltaba el dinero. La única carta que
se conserva de Poe a su mujer tiene acentos desgarradores:
Mi corazón, mi querida Virginia, nuestra madre te explicará por qué no vuelvo esta noche. Confío en que la entrevista que debo sostener será beneficiosa para nosotros [...] Hubiera perdido yo todo coraje si no fuera por ti, mi mujercita querida [...] Eres mi mayor y mi único estímulo ahora para batallar contra esta vida inconciliable, insatisfactoria e ingrata [...] Que duermas bien y que Dios te dé un agradable verano junto a tu devoto Edgar.
Virginia se moría. Edgar la sabía muerta, y
así nació Annabel Lee, que es la visión poética de su vida junto a ella.
"Yo era un niño y ella una niña, en un reino a orillas del mar..." El
verano y el otoño pasaron sin que encontraran tranquilidad. Su fama traía
numerosos visitantes al placentero cottage, y de ellos se quedaron
testimonios de ternura, la delicadeza de Edgar para con Virginia y de los
esfuerzos de Muddie para darles de comer. Con el invierno la situación se volvió
desesperada. Los círculos literarios de Nueva York supieron lo que ocurría, y la
muerte inminente de Virginia ablandó muchos corazones que, de tratarse sólo de
Poe, no se hubieran mostrado tan accesibles. La mejor amiga en ese trance fue
Marie Louise Shew, vinculada indirectamente a los literati, mujer sensible y
sensata a la vez. Herido en su orgullo, Poe debió de rebelarse al comienzo;
luego tuvo que aceptar los socorros y Virginia recibió lo indispensable para no
pasar frío y hambre. Murió a fines de enero de 1847. Los amigos recordaban cómo
Poe siguió el cortejo envuelto en su vieja capa de cadete, que durante meses
había sido el único abrigo de la cama de Virginia. Después de semanas de
semiinconsciencia y delirio, volvió a despertar frente a ese mundo en el que
faltaba Virginia. Y su conducta desde entonces es la del que ha perdido su
escudo y ataca, desesperado, para compensar de alguna manera su desnudez, su
misteriosa vulnerabilidad.
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